Siempre fui tímido, desde pequeño me recuerdo así.

Me ruborizaba por cualquier situación en la que me viera expuesto ante otros. Estar cabeza gacha ante muchas personas que me observaban no era infrecuente. Complicarme cuando quería hablarle a una chica era lo usual. Era “mi forma” de relacionarme con el mundo. No conocía otra, y no esperaba que me sacaran de esa zona. Me sentía a resguardo, protegido en mis temores.

Todo transcurrió más o menos así hasta bien entrada mi adolescencia e iniciado mi camino a la adultez, hasta que ocurrió un evento, un punto de inflexión en mi vida personal y profesional.

Tenía 23 años, estaba recién titulado de Comunicador Social y sin trabajo alguno, cuando un antiguo profesor me convoca para ser su ayudante en una cátedra de comunicación y opinión pública.

El día de la primera clase, lo acompañé, y me vi enfrentado a una audiencia de 70 personas, todas no mayores a los 21 años. Alumnos de 5º año de una carrera profesional que debían recibir de mí las instrucciones para realizar un ejercicio de acuerdo a lo que el profesor titular ahí presente había explicado anteriormente.

No fueron más de diez minutos, de espaldas a ellos escribiendo sobre la pizarra, pero para mí fueron los diez minutos más largos de mi vida. Un momento que no terminaba nunca. Ahí supe lo que era el pánico escénico.

Han pasado 31 años desde aquél episodio. Episodio que me permitió dar rienda suelta a talentos que desconocía poseer hasta que estuve en contacto con estudiantes. Episodio que me ha permitido crear e implementar una mirada de la comunicación desde el error y el fracaso. Un episodio que me ha permitido apoyar a innumerables ejecutivos a desarrollarse profesionalmente sin perder su esencia ni su identidad.

Hoy, mi trabajo profesional forma parte de mi bienestar personal. Es lo que soy, un poco “oveja negra”, enemigo del lugar común en materia de entrenamiento y coaching ejecutivo, pero que a la vez avala el purismo en las formas y los detalles al comunicar.

Desde aquí, desde este lugar: asesoro, acompaño y entreno.

¡Te espero!

Siempre fui tímido, desde pequeño me recuerdo así.

Me ruborizaba por cualquier situación en la que me viera expuesto ante otros. Estar cabeza gacha ante muchas personas que me observaban no era infrecuente. Complicarme cuando quería hablarle a una chica era lo usual. Era “mi forma” de relacionarme con el mundo. No conocía otra, y no esperaba que me sacaran de esa zona. Me sentía a resguardo, protegido en mis temores.

Todo transcurrió más o menos así hasta bien entrada mi adolescencia e iniciado mi camino a la adultez, hasta que ocurrió un evento, un punto de inflexión en mi vida personal y profesional.

Tenía 23 años, estaba recién titulado de Comunicador Social y sin trabajo alguno, cuando un antiguo profesor me convoca para ser su ayudante en una cátedra de comunicación y opinión pública.

El día de la primera clase, lo acompañé, y me vi enfrentado a una audiencia de 70 personas, todas no mayores a los 21 años. Alumnos de 5º año de una carrera profesional que debían recibir de mí las instrucciones para realizar un ejercicio de acuerdo a lo que el profesor titular ahí presente había explicado anteriormente.

No fueron más de diez minutos, de espaldas a ellos escribiendo sobre la pizarra, pero para mí fueron los diez minutos más largos de mi vida. Un momento que no terminaba nunca. Ahí supe lo que era el pánico escénico.

Han pasado 31 años desde aquél episodio. Episodio que me permitió dar rienda suelta a talentos que desconocía poseer hasta que estuve en contacto con estudiantes. Episodio que me ha permitido crear e implementar una mirada de la comunicación desde el error y el fracaso. Un episodio que me ha permitido apoyar a innumerables ejecutivos a desarrollarse profesionalmente sin perder su esencia ni su identidad.

Hoy, mi trabajo profesional forma parte de mi bienestar personal. Es lo que soy, un poco “oveja negra”, enemigo del lugar común en materia de entrenamiento y coaching ejecutivo, pero que a la vez avala el purismo en las formas y los detalles al comunicar.

Desde aquí, desde este lugar: asesoro, acompaño y entreno.

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